Así me siento, al carbón, después de vivir los últimos 18 meses, los más difíciles de mi carrera profesional.
Así me siento, al carbón, después de vivir los últimos 18 meses, los más difíciles de mi carrera profesional. Nunca, en mis 30 años de exitosa trayectoria, pensé que iba a sentir el calor asfixiante de la presión y el estrés, el negro intenso de las largas y continuas noches de insomnio; mis sueños y pasiones hechas cenizas; la impotencia de actuar, la soledad que llega con el temor a exponerse; la vergüenza al qué dirán.
«Síndrome de Agotamiento Laboral» o «Burnout» fue el diagnóstico; llegué a él sin darme cuenta a qué horas ni por qué…
Mi primera reacción fue asumir el rol de víctima; culpar a otros de mi situación resultaba evidente y hasta cómodo. Pero aquellos que me conocen saben que no soy de las que comen entero y menos de las que se dan por vencidas, e inicié un riguroso proceso de investigación y capacitación gracias al cual entendí, que si bien es cierto, la presión corporativa es una locura, el agotamiento laboral o burnout es un proceso interno y muy personal, que resulta de un desbalance entre el ser, deber ser y querer ser.
En realidad, debí haber sido yo quien diese prioridad a la salud sobre el trabajo; quien pusiese límites, quien pidiese ayuda en vez de creerme la Mujer Maravilla, quien escuchase esa voz interna que desde hace años me decía que este no era el camino.
¡El proceso de recuperación ha sido lento, duro pero a la vez muy enriquecedor! Tuve que comenzar con resetear mi organismo; era imperativo recuperar la energía y subir el estado de ánimo, generando las endorfinas necesarias a través del ejercicio; llenar mi cuerpo de nutrientes que nivelaban mis niveles de insulina, y eliminando todos los agentes externos que llenaban de ruido mi mente, cuerpo y espíritu.
Luego trabajé en reconectarme con la vida; con la gente que quiero y que hace años tenía perdida; tuve que salir de mi encierro emocional para comenzar a socializar y aprender a disfrutarlo.
Finalmente, vino lo más difícil, ponerme la mano en el corazón y admitir que ya no era feliz en lo que hacía, ser coherente, dejar atrás esa carrera profesional, e iniciar un proceso de autodescubrimiento que me llevó a identificar que lo que realmente quiero hacer, es ayudar a las personas a mejorar su calidad de vida.